No hace mucho, tuve el agrado de ver y oír, algunas de las sinfonías de Beethoven de la West-Eastern Divan Orchestra dirigida por Daniel Borenboim, orquesta sinfónica formada sólo por jóvenes músicos, Israelitas y Palestinos. Todo un meritorio en pro de la paz de este distinguido director.
Siempre al iniciar un concierto, el saludo del director se dirige sólo al primer violín; el músico de mayor jerarquía y que además es el representante de los músicos de la orquesta. La existencia de un primer violinista supone la de un segundo, pero no se le menciona casi nunca, se identifica sí claramente al primer violín por el saludo del director. En el caso del director Daniel Borenboim saluda siempre a los dos, quizás ¿por ser uno palestino y el otro israelita?
La permanente odiosidad entre estos dos pueblos hermanos, no por cercanía, sino por consanguinidad, se remonta a siglos de historia, cuando de acuerdo, a lo que señala la Biblia, nacen como hijos del mismo padre, hermanos que tocan violines diferentes en la vida.
Ismael e Isaac
Según relata la Sagrada Escritura, Dios le prometió a Abraham, que le daría un hijo y con él la anhelada descendencia, y para hacer posible eso, se unió a su criada para tener el deseado hijo por cuanto su esposa era estéril. De esa relación nació Ismael, de quien descienden los palestinos; pero fue para tocar de segundo violín, porque, aunque fue el primer hijo, no era el hijo prometido por Dios; por lo tanto no se hizo banquete por su nacimiento, no fue el hijo de la promesa, era sólo el hijo de una criada.
Cuando Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac, el hijo de la promesa, Dios le dice:
Por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único
¿Único? ¿sería porque Ismael ya había sido expulsado junto con su madre?, no lo sabemos, pero Isaac era considerado hijo único, el hijo de la promesa, el preferido a pesar de todo. Sin embargo Ismael, que «tocó de segundo violín» en esta historia, recibió también de Dios la promesa de que haría de él una gran nación; el pueblo Palestino que hoy conocemos y por lo que dice la Escritura:
Dios estaba con el muchacho
Así como estos dos hermanos «tocaron violines» que aún hoy se escuchan con una tonalidad muy distinta, también, y para trascender, encontramos otra historia en las Sagradas Escritura; dos hermanas que les correspondió tocarlos en las contiendas de la vida, pero esta vez, como a muchos, en el amor.
Lea y Raquel
En la Biblia, hay hermosas historias de amor, una de ellas cuenta que Jacob se enamoró de Raquel tanto que estuvo dispuesto a pagar por ella como dote, siete años de trabajo a fin de tenerla como esposa, sin embargo, dice el relato bíblico, que pasados esos largos siete años Labán, padre de Raquel, no cumplió con lo pactado, y en el día tan esperado, el día de la boda, le entregó a Jacob en matrimonio a su otra hija, de nombre Lea, dice la historia que era de ojos delicados, como expresión de que era hermosa; pero aun así no era de quién Jacob se había enamorado. Raquel era para Jacob, poseedora de atributos más allá de la belleza, tanto así, que estuvo dispuesto a trabajar otros siete largos años.
El ver Lea a Jacob trabajar los siguientes siete años por su hermana, siendo ya su esposa, debe haber sentido la dolorosa evidencia de que ella no era amada por su esposo, pero, a pesar de todo ella lo amaba. El registro del amor de Lea está descrito en las expresiones por ella vertidas al nacer sus hijos, y que no reflejan otra cosa que el profundo deseo de ser amada.
Lea tuvo que tocar en el amor, de «segundo violín», pero Dios la bendijo, dándole ella a Jacob su esposo, su primer hijo, y en ese momento hace manifiesta su esperanza:
Ha mirado Jehová mi aflicción, ahora por tanto, me amará mi marido
Pero no fue así, lejos de ello, a tal punto que al nacer su segundo hijo ella diría:
Por cuanto oyó Jehová que yo era menospreciada
No sólo, no se sentía amada, se sentía despreciada, sin embargo, aun así mantiene su anhelo y al nacer el tercer hijo ella dice:
Ahora, esta vez se unirá mi marido conmigo
Ella sí lo amaba, pero él no, por eso, al nacer su cuarto hijo ella resignadamente dice:
Esta vez alabaré a Jehová
Ya no espera ser amada, a pesar del amor que de ella brotaba, había traído al mundo a Judá, el hijo del cual provendría el Redentor. El Señor sí sabía de su aflicción y valoraba su amor.
Segundo violín
Si hemos tocado de segundo violín en alguna circunstancias, porque podemos ir cambiando de lugar en esta orquesta de la vida; no es tan importante como que Dios esté contigo, como lo estuvo con Ismael, lo que realmente importa es que reconozcamos a Dios, como lo hizo Lea, al Director de esta orquesta, porque no importa qué lugar ocupemos, Él se acercará a nosotros, porque nos considera valiosos, aunque nosotros no lo sintamos, porque lejos de ser despreciados, nos ama de tal manera, que dio a su Hijo, el León de la tribu de Judá, para darnos la eternidad.
Así, entonces, en el transcurso de esta semana, no importa cual instrumento toques, que función cumples en esta gran orquesta, lo importante es quién te dirige, míralo, sigue sus instrucciones porque él está pendiente de ti. Toca la sinfonía de esta semana con el talento que sólo tu sabes tocar.
Teólogo y MSc Public Health (Loma Linda University, USA)